viernes, 25 de diciembre de 2015

Depresión, Epidemia según la OMS, se acentúa en Navidad y Año Nuevo. ¿Qué dice el Espiritismo?

Divaldo Franco, por el espíritu de Joanna de Ângelis.
En la raíz psicológica del Trastorno Depresivo o del comportamiento afectivo, se encuentra una insatisfacción del ser en relación a si mismo, que no fue solucionada. Predomina en el Self un conflicto resultante de frustración de deseos no realizados, en los cuales impulsos agresivos se revelaron hiriendo las estructuras del ego que emerge en sorda resistencia, silenciando los deseos e ignorando la realidad.
Sus anhelos y placeres, de eso resultantes, porque no fueron atendidos, se convierten en melancolía, que se expresa en forma de desinterés por la vida y por sus valiosas contribuciones, experimentando goces mazoquistas, a os que se entrega en fuga espectacular del mundo que considera hostil, por no haberle satisfecho las exigencias.
Sin duda, otros conflictos se presentan y  pueden derivarse de disfunciones reales o imaginarias de la líbido en la comunión sexual, produciendo miedos y sórdidas resistencias que amargan al paciente, especialmente cuando considera como esencial en la existencia el placer del sexo, en el cual se motiva para las conquistas que le parecen fundamentales.
Viviendo en una sociedad eminentemente erotizada, estimulada por un continuo bombardeo de imágenes sonoras y visuales de significado agresivo, trabajadas específicamente para atender las pasiones sexuales hasta el cansancio, no encuentra otro motivo o significado existencial, excepto cuando el hedonismo lo toma y lo lleva  los extremos arriesgados y antinaturales del gozo exorbitante.
Adicionalmente a ese factor, que surge de los eventos de la vida, el luto o la pérdida, como bien analizó Sigmund Freud, es responsable de una alta cifra de sucesos depresivos, en episodios dispersos o continuos, así como en influencias que influyen a los incautos en la fosa del abandono de sí mismos.
Ese sentimiento de luto o de pérdida es inevitable, por herir al Self ante el suceso de la muerte, siempre considerada inusitada o detestada, arrebatando la presencia física de un ser amado, o generadora de conciencia de culpa, cuando resulta imprevista, sin chance de apaciguamiento de enemistades que se arrastra por largo periodo, o aún por actos que no fueron bien elaborados o dejaron arrepentimiento, ahora convertidos en conflicto punitivo.
Aún se manifiesta como efecto de otras pérdidas, como del trabajo, que tira al individuo al abismo de la incertidumbre para atender a la familia, para atenderse, para vivir con seguridad en el medio social. Otras veces la pérdida de algún afecto que prefiere seguir adelante, sin continuar con el vínculo mantenido, abriendo espacio para la soledad y la instalación del conflicto inferioridad, bajo otro aspecto aún, la pérdida de un objeto de valor estimado o momentáneo, produciendo perjuicio de una o de otra manera.
Cualquier tipo de pérdida produce un impacto afectivo, perturbador, como es natural. Se demora algún tiempo, que no debe exceder de seis a ocho semanas, o que constituye un fenómeno emocional saludable. No en tanto, cuando se prolonga, agravándose como el pasar del tiempo, se torna patológico, exigiendo terapia bien elaborada.
Se puede, en tanto, evitar las consecuencias enfermizas de la pérdida, mediante actitudes correctas y preventivas.  
Terapia eficaz, inmediata, propiciado de seguridad y de bienestar, es acción que torna al individuo identificado con sus sentimientos, que debe exteriorizar con frecuencia y naturalidad en relación a todos aquellos que constituyen el clan o hacen parte de su afectividad.
Repítense las oportunidades desperdiciadas, en las cuales se puede decir a los familiares qué tanto son importantes, cuánto son amados, explicar a los amigos el valor que se les atribuye, a los conocidos el significado ellos tienen e relación con su vida.
Normalmente se alejan de esos sentimientos dignificadores y de alta magnitud que no apenas felicitan aquellos que los exteriorizan, pero también aquellos otros a los cuales son dirigidos, generando ambiente de simpatía y de cordialidad.
Nunca se debe postergar esas saludables y verdaderas manifestaciones de afectividad, a fin de ser evitados futuros trastornos de comportamiento, cuando la culpa pretenda instalarse en forma de arrepentimiento por lo no dicho, por lo no hecho, por la actitud infeliz del momento perturbador.
Ese tipo de evento de vida -la agresión extremada o el bien no retribuido, la afectación no manifestada- puede ser evitado a través de comportamientos liberadores de las emociones superiores. 
Muchos otros choques externos como accidentes, agresiones perversas, traumatismos craneales, contribuyen para el surgimiento del trastorno de la afectividad, por influenciar las neuronas localizadas en el tronco cerebral próximo al campo donde el cerebro se junta a la médula espinal.
En esa área dos regiones específicas envían señales a otras de la bóveda cerebral: el rafe, encargado de la producción de serotonina y el locus coeruleus, que produce la noradrenalina, sufriendo los efectos calamitosos de ese suceso, así como de otros, que desarmonizan su actividad de producción de esas valiosas sustancias que se encargan de mantener la afectividad, propiciando a instalación de los trastornos depresivos.

Proceden también de los eventos de naturaleza perinatal, cuando el Self, en fijación en el conjunto celular, experimentó la amargura de la madre que no deseaba al hijo, del padre violento, de los familiares irresponsables, de las peleas domésticas de la inseguridad en el proceso de gestación, produciendo surcos profundos que se irán a manifestar más tarde como traumas, conflictos, trastornos de comportamiento.
La inevitable transferencia de dramas y tragedias de una existencia carnal para la otra, esculpidos en el fondo del Yo profundo -espíritu con su patrimonio de varios renacimientos-, resumen el conflicto avasallador, al principio en manifestación de melancolía, de abandono de sí mismo, de desconsideración por los propios valores, de pérdida de la autoestima.
Se puede vivir de alguna forma sin la afección del otro, sin algunas relaciones más excitantes, sin embargo, cuando degenera el intercambio entre el Self y el ego, el individuo pierde la dirección de sus aspiraciones y se entrega a las presiones conflictivas, cayendo, no pocas veces en el trastorno depresivo.
Ese flujo de arquetipos profundos, en forma de imágenes arquetípicas castigadoras, guarda los factores que se presentan en los eventos de la vida para manifestarse, amargando el ser, que se siente desprotegido e infeliz.
Incursiona en su conciencia como culpa de cualquier naturaleza, elabora un clima psíquico para la sintonía con otras fuera del cuerpo somático, que se sienten dilapidadas y siendo capaces de perdonar o de rehacer el propio camino, aspiran por la comodidad cobarde e insana, lanzándose en conflicto feroz en el campo de la batalla mental, produciendo sórdidos procesos de parasitosis espiritual, de obsesiones perversas.
Cuando renace el Self, marcado por las herencias progresivas, en el momento en el que se da la fecundación, mediante el mediador plástico que es el periespíritu, se imprimen en las primeras células, los factores necesarios para la evolución del ser, que oportunamente se manifestará, en el caso de la culpa o el resentimiento, del no respeto por sí mismo, del suicidio y otros desmanes, en forma de depresión. 
La herencia, por tanto jamás descartada, es resultado del proceso de evolución que conduce al infractor al clima y el paisaje donde es invitado a reparar, a convivir consigo mismo, a recuperarse.
Pacientes predispuestos por la herencia a la incursión en el foso de a depresión, cargan graves procedimientos negativas de experiencias anteriores o cercanas, que se fijaron en el Self, experimentando el impositivo de liberación de los traumas que permanecen desafiantes, aguardando solución que la psicoterapia le irá a proporcionar.
Una catarsis bien orientada eliminará de la conciencia la culpa y abrirá espacios para la instalación del optimismo, de la autoestima, gracias a los cuales los valores reales del ser emergen, invitándolo a la valorización de sí mismo, en la conquista de nuevos desafíos que la salud emocional le irá facultando, emulándolo para la individuación, para la conquista de la luz.
En razón del largo proceso de evolución, todos los seres tienen reminiscencias que necesitan ser trabajadas incesantemente, liberándose de aquellas que se presentan como melancolía, inseguridad, recelos infundados, que nos desestabilizan.
Al mismo tiempo, estimulándolo a nuevas conquistas, enfrentando las dificultades que lo motivan cuando las vence, descubre todo el potencial de valores de que es portador y que necesitan ser despertados para las vivencias enriquecedoras.
El hábito saludable de la buena lectura, de la oración, en convivencia y sintonía con el psiquismo divino, de los actos de beneficiencia y de amor, de relacionamiento fraternal y de la conversación edificante, constituyen psicoterapia profiláctica que deberá hacer parte de la agenda diaria de todas las personas.



jueves, 24 de diciembre de 2015

La Psicosfera Terrestre en Época de Navidad

La psicosfera está compuesta de capas que envuelven el planeta Terra, proyectándose para distancias infinitas. Es producto de lo que pensamos, de cómo vivimos y actuamos los hombres encarnados y desencarnados en ese planeta. 

Es un efecto colectivo pero resulta de lo individual, pues se forma de la sintonía y/o repulsión de nuestra vibración, pensamientos, sentimientos y comportamientos. 

Considerando ese concepto, podemos pensar en la psicosfera de nuestro planeta en esa época, cerca de Navidad.


Desde fines de noviembre hasta enero, las personas son envueltas por sentimientos más positivos de amor y de renovación. Así, virtudes que muchas veces quedan “guardadas” o “dormidas” durante todo el año, reciben un estímulo para aflorarse, "para venir hacia fuera". En ese período también aumenta la cantidad de personas queriendo ayudar, personas con vidas absolutamente mundanas que por esos meses deciden donarse a los hermanos.

Los Espíritus nos relatan que esa época es muy importante para los trabajos espirituales. Son los mejores períodos de la humanidad para los trabajos de desobsesión y atención espiritual. El clima de sensibilidad y amor, aun con tanto consumismo y materialismo, suaviza la dureza cotidiana y el mundo espiritual aprovecha esa psicosfera para intensificar trabajos que durante el año tienen más dificultad debido a los pensamientos y sentimientos rutinarios (que muchas veces no son tan nobles). 

El mundo espiritual inferior trabaja para quitar ese verdadero significado de la celebración del nacimiento de Jesús, estimulando el consumismo y los excesos. Pero diversas divisiones religiosas también trabajan de forma muy intensa para rescatar la verdad sobre Navidad. Rescatar el convivio sano entre las personas, el compartir del alimento y la donación, sobretodo, de tu tiempo y tu trabajo para los que más necesitan. 


En esta Navidad, ayude a formar una psicosfera más positiva y mas propicia al trabajo del Amor. Pero también, en los demás meses del año, acuérdate que tus acciones, pensamientos y sentimientos son parte de un todo mucho más grande, y trabaja para mantener esa elevación de amor en nuestro planeta Tierra. 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Jesús con Nosotros... Su Encarnación y Nacimiento

Sabemos que Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. A pesar de que muchas personas no toman en cuenta ese hecho tan importante, todo el amor que flota en el aire del planeta en esas épocas, está relacionado con Nuestro Hermano Mayor, Maestro del amor y de la misericordia. 

Su nacimiento fue resultado de decisiones tomadas en las Esferas Superiores a respecto del futuro de la humanidad. El libro Al Camino de la Luz, de Emmanuel y psicografiado por Francisco Cándido Xavier, nos cuenta a cerca de una Comunidad de Espíritus Puros y elegidos por el Señor Supremo del Universo, en cuyas manos se conservan las decisiones directoras de la vida en todas las colectividades planetarias. Esa comunidad de seres angélicos, perfectos y portadores de un amor incondicional, de la cual Jesús es uno de los miembros divinos, se reunió y decidió la venida del Señor a la Tierra, trayendo a la familia humana la lección inmortal de su Evangelio de amor y redención. Solamente un Espíritu de esa elevación sería capaz de tanto amor y renuncia para la misión de redimir el hombre terreno. 

Su encarnación en nuestro planeta fue un proceso lento y muy elaborado. Nuestro Maestro,  siendo un Espíritu Puro, tiene muy elevada su vibración. El periespíritu de cada persona encarnada es formado por la substancia más o menos etérea del planeta en el cual está. Así podemos pensar cuan doloroso y complejo fue el proceso de bajar su vibración para poder encarnar en un planeta tan inferior a su frecuencia vibratoria. Algunas fuentes dicen que la preparación llevo cerca de 1,000 años terrestres. 

La obra literaria El Sublime Peregrino, de Ramatís, psicografiado por Hercílio Maes, cuenta que la manifestación de Jesús en nuestro orbe se efectuó de acuerdo a un minucioso plan delineado por la Ingeniaría Sideral, en el cual fueron previstas las principales etapas de su venida  y los efectos de su vida física. Todo fue estudiado para realizarse en el “tiempo psicológico” exacto y buscando el mayor aprovechamiento espiritual de la estancia del Maestro junto a la humanidad terrena. El libro afirma que, aun que la tarea mesiánica viniera del Alto, Jesús debería concretarla por su propia capacidad, inteligencia, renuncia y hasta resistencia orgánica, para no sucumbir antes del plazo previsto. No tendría que someterse a un determinismo fatal, que lo transformaría en una marioneta de las decisiones del mundo oculto, pero sí movilizando sus recursos espirituales de manera que cumpliera  un programa heroico que aceptara de forma consciente. 

Así, volvió desde la espiritualidad superior en socorro a nosotros, los necesitados de amor, de desarrollo moral y espiritual. Ese niño viene a traer la esperanza a la humanidad, enseñando que no se puede ser feliz si su hermano no está feliz también. Nació en el momento adecuado para dirigir su mensaje, enseñando el camino de la salvación a nosotros, espíritus inmaduros, por nuestro propio esfuerzo y cambio de comportamiento.

Con eso, podemos pensar que el esfuerzo de Jesús para enseñarnos a amar fue mucho más grande de lo que podemos imaginar. Somos muy pequeños y inferiores para poder comprender tamaña obra de nuestro Dios, con su infinito amor hacia nosotros. Pero no somos pequeños para trabajar por nuestros hermanos, para ayudar a los que necesitan, para buscar ser mejores personas, mejores ciudadanos, para reconocer la belleza divina en cada cosa de nuestro mundo.


Que todo el trabajo de las Esferas Superiores puedan reflejarse en nosotros, en nuestro esfuerzo de abdicar hábitos inferiores, en nuestra resignación para enfrentar las pruebas que traemos cada uno a esta existencia. Y sobretodo, que el Amor Divino pueda estar presente en nuestros corazones y pensamientos, no solo en esta época de Navidad, sino también durante todo el año.