martes, 23 de febrero de 2016

El Trabajo: Un Contrato Laboral Continuo con Dios


El diccionario de la Real Academia Española define la palabra trabajo como “ocupación retribuida”, “cosa que es resultado de la actividad humana” y “esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital”, entre otros.

Visto desde este prisma, el trabajo, tal y cual lo conocemos en nuestro mundo de encarnados, es la actividad humana por la que cualquier individuo desarrolla una actividad para otro y mediante la cual se le reconoce por medio de una compensación financiera. En la tercera parte del Libro de los Espíritus, Allan Kardec, específicamente en la pregunta 674, indaga si la necesidad del trabajo es una ley de la naturaleza. Para ello, la respuesta es clara: “El trabajo es una ley natural por lo mismo que es una necesidad y la civilización obliga al hombre a trabajar más porque aumenta sus necesidades y sus placeres.”(1).

 Sin embargo, eso nos suscita el pensar en situaciones en donde uno efectivamente “trabaja” pero no recibe dinero en cambio.  Pensemos por ejemplo en una madre que ha dedicado toda su vida al hogar y a sus hijos (sin cualquier ganancia monetaria por su servicio y dedicación al bien estar de sus seres queridos y a la su casa) o aún, el hermano o hermana que dedica gran parte de su vida cotidiana cuidando desprendidamente a los niños y ancianos abandonados en un hogar; o sencillamente cualquier persona comprometida con su evolución moral que se esfuerza por combatir sus imperfecciones y “trabaja” en su interior para ser mejor espíritu – ¿no serían todas éstas formas de definir la palabra trabajo?

Efectivamente. Los Espíritus contestan de esta manera, al cuestionamiento del Codificador si solo se debe entender por trabajo las ocupaciones materiales: “No, el espíritu trabaja como cuerpo. Toda ocupación útil es un trabajo.”  (2) Cuando dicen que “el espíritu trabaja como cuerpo”, entendemos que se refieren a los aspectos del trabajo intelectual, moral y espiritual. Joanna de Ángelis hace un paralelismo muy interesante entre el trabajo remunerado y el que ella nombra al “trabajo-abnegación“ “... Mediante el trabajo remunerado el hombre modifica su medio, transforma el hábitat (lugar o medio donde vive cualquier ser organizado), crea condiciones de confort…. A través del trabajo-abnegación, del cual no hay cambio ni permuta de remuneración, él se modifica a si mismo, creciendo en el sentido moral y espiritual.” (3)

También se entiende por  “el espíritu trabaja como cuerpo”, lo que la espiritualidad refiere como  espíritu con o sin envoltorio material. En muchas ocasiones, en el Libro de los Espíritus y en la literatura complementaria espiritista, los hermanos de luz confirman que “la vida espirita es una ocupación continua, pero nada penosa como las de la tierra, porque no existe cansancio corporal, ni las angustias de la necesidad” (4).

Joanna de Ángelis, en Bendición del Trabajo, dice: “El trabajo se fundamenta en las leyes de amor que rigen el universo. La vida es un himno a la dinámica del trabajo. No hay en la Naturaleza el ocio.” (5). Para una mejor ejemplificación del valor real del trabajo, encontramos en el Evangelio de Juan, capítulo V, versículos de 1 a 17, el pasaje en donde Jesús, curando al paralítico de Bethesda, dice “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.”(6)

Es importante recordar una y otra vez de este ejemplo mayor cuando las adversidades de la vida se nos cruzan el camino, y pensamos “no me gusta mi trabajo”, “no me quiero despertar y a salir a trabajar”, “gano muy poco,” “me da flojera,” "trabajo mucho pero nada sucede, todo sigue igual”

Hermanos ¿en algún momento vimos a un Jesús desanimado? ¿Estamos dispuestos a caminar sobre las huellas que nos dejó Jesús y no vencernos por nuestras limitaciones y dificultades? ¿Nos hemos preguntado alguna vez si hemos estado trabajando de acuerdo con Dios?

Tomemos pues una nueva postura frente a la vida que nos ofrece innumerables oportunidades de trabajo para nuestro crecimiento y desarrollo. Trabajemos siempre y mucho, donde quiera que estemos. Y sobretodo , firmemos el contrato laboral con Dios ahora mismo.